Existe cierta tendencia a preocuparse más por la corrección de una lengua aprendida que de la propia. Como si el hecho de que sea “nuestra” nos diera carta blanca para utilizarla como nos apetezca.
Sin embargo, el uso correcto de nuestra lengua materna (en este caso, la española) es esencial para todo tipo de relación profesional e incluso personal, y nadie debería desdeñar los efectos negativos de hacer un uso incorrecto de la misma.
Ejemplos de incorrecciones comunes hay muchos, por ejemplo:
- Faltas de ortografía flagrantes: Haber qué pensarán los inversores; Ay que ver cómo se lo han tomado; En caso de que valla a contratar nuestros servicios…
- Vulgarismos inapropiados: No hace falta citar ejemplos, no sería apropiado 😉
- El famoso trío de laísmo, leísmo y loísmo
- El pretérito perfecto erróneo del «¡Qué bien lo pasemos!»
- El pasao, cambiao, pescao, etc.
- El uso incorrecto de cultismos: Per secula seculorum, A groso modo, o el simpático Status quo (que es un grupo de música, y no el estado de las cosas, que sería statu quo).
Vamos a ver cómo pueden afectarnos estos errores con cuatro ejemplos sutiles pero sencillos de potenciales problemáticas por un mal uso del idioma.
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La credibilidad personal
A lo largo de su vida, un profesional va a tener que hablar o escribir en el ámbito profesional en muchas ocasiones. Eso sin contar aquellas personas cuya profesión depende en buena medida de la comunicación. Y sin obviar el nivel más básico: cualquier profesional va a hablar y escribir, a secas, con sus clientes.
En todos estos casos, un uso incorrecto del idioma juega en contra de la credibilidad de quien así lo utiliza. Cuando uno va a contratar a un profesional, espera de ese profesional no sólo experiencia sino también formación, y el mal uso de la lengua es un indicador de formación deficiente.
El respeto en el entorno laboral
Las relaciones laborales son complejas y pueden viciarse fácilmente, causando problemas en el entorno de trabajo y especialmente en las relaciones abajo-arriba y viceversa.
Los mandos de una empresa necesitan ganarse el respeto de sus empleados para un buen desempeño general. Cualquier actitud por parte del mando que genere acritud en los subordinados conlleva pérdida de respeto. Cuando los empleados perciben carencias idiomáticas en el superior, pueden asociarlo a un déficit formativo y plantearse la cuestión de por qué esa persona cobra más y tiene más poder si, no sólo “hace mal su trabajo”, sino que parece tener incluso peor formación.
Esto también funciona en sentido inverso: cuando un empleado se expresa incorrectamente o comete errores al escribir, su imagen ante los superiores puede quedar gravemente dañada, especialmente si estos atribuyen gran importancia a la formación cultural.
Hablar y escribir correctamente supone una buena armadura ante posibles conflictos laborales.
El éxito en las ventas online
Para el negocio online el uso correcto del idioma es incluso más importante que en el negocio físico, donde el establecimiento, la presencia, la actitud y muchos otros elementos pueden jugar a favor de la venta compenando los errores en el idioma.
En el mercado online las palabras son fundamentales, y deben utilizarse con la mayor efectividad posible.
Esto requiere no sólo una capacidad narrativa ágil (para plantear la relación con el cliente, para describir el producto de forma clara y atractiva), sino también evitar faltas y errores tanto como sea posible. En internet reina la desconfianza, para vender el cliente debe confiar. Un error flagrante en la Home de un e-Commerce reduce la confianza, y la acumulación de varios puede directamente frustrar la venta.
La transmisión a los hijos
Los niños aprenden las características formales del idioma en la escuela. Pero el idioma en sí se aprende en casa con los tuyos, escuchándolo desde bebé.
Esto significa que los padres representamos la principal vía de contagio de incorrecciones idiomáticas para nuestros hijos.
Esforzarnos por hablar y escribir correctamente mejorará el uso de la lengua de los nuestros, facilitando su aprendizaje formal y evitando que tengan problemas en el futuro como los descritos anteriormente.
¿Las soluciones al problema? En el largo plazo, leer, leer y leer. Leer sin descanso es el mejor curso de lengua que se puede hacer en la vida: adquirimos léxico, descubrimos otras construcciones lingüísticas y, sobre todo, aprendemos a detectar errores rápidamente. Uno puede no recordar la norma por la cual «yo me pienso de que» es una construcción incorrecta, pero sí puede leerlo y pensar que es claramente incorrecto.
En el día a día, es fundamental hacer uso de las herramientas existentes hoy en día.
Con internet en el bolsillo no hay excusa para no comprobar una palabra de la que se duda. Con los correctores ortográficos es inaceptable no repasar esa palabra subrayada en rojo.
Pero aún más importante que las herramientas es la relectura. Antes de enviar un mail, antes de publicar un post, antes incluso de cruzar un whatsapp con un cliente, revisa lo escrito y asegúrate de que no haya errores. ¡Tampoco tipográficos!
Porque peor que utilizar incorrectamente la lengua es que se escape un gazapo… ¡y parezca que la utilizas mal cuando no es el caso!
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